Monday, May 29, 2006

X La mujer que vuela (Parte II) (1)

Parte II
El diario.



TE TEMO

Me da miedo que estés muerta o vacía,
o que tengas frías las manos
que enmudezcan tus ojos,
que los cierres.

Temo que tu piel sea de fuego
temo más que sea hielo,
transmutamos un instante
y lo hacemos solemne
y lo hacemos sepelio,
enterramos un tiempo,
un tiempo sin semilla.

Observo entonces cómo nos desfiguramos
cómo nos comemos unos a otros
en guerra inútil, en guerra muerta,
y te caes de mis ojos
y te caes con mi mundo.

Se rompe mi magia y me quedo vacío
con manos que no son mías
y ojos que ya no despiertan
y no me recoges...ni me entierras.

II
Me dan miedo tus sueños.

III
Me da miedo que te veas al espejo
y que mates tu esencia cerrando los ojos
y que veas a mis ojos con otros ojos,
temo que te llenes las manos de palabras
que te entregues al tiempo llena de razón
y que entregues al olvido todo...
todo lo que no fue nada...o casi nada.
Un casi nada al que temo sea verdad,
al que temo sea todo, y que sea todo.

IV
Me entrego a mi noche de viaje
y temo no existas
y te busco y despierto con las manos vacías
está mi soledad enferma,
está casi muerta,
y tú caminas y abandonas tus pasos
y te olvidas que existes....
que en mí existes...
que en todos existes.

V
Temo que olvides que te nombré mi luna
temo que seas mi luna, y lo olvides,
y olvides que la noche es nuestra casa
y que la materia no me importa,
y que me duele cuando cierras los ojos.

VI
Temo que olvides que debes matarme
que tienes la daga.
Temo, que te llenes de compasión
que tomes todo y te des vuelta
y no derrames mi sangre
y no me mates,
temo que olvides que intenté matarte.

VII
Me da miedo que pienses que soy como un niño
pues un niño no conoce aún la vergüenza
quisiera ser niño pero me falta mucho
y temo que el tiempo no me deje.
Temo que el cielo te lleve a dónde perteneces
Y que temas entrar por mi ventana.

VIII
Me da miedo el que el insomnio me salude
y me hable de ir a visitarte,
temo que despierte antes de tiempo
y abortes un mundo a media creación
o que el mundo planeado no sea creado por insomnio.

Temo que sean los velos que tenemos en el rostro
los que nos oculten,
temo a no reconocerte,
y a no reconocerme,
al quitarnos los velos,
temo a despertar otra vez sin velos
y dejar los sueños como simples sueños.

IX
Me da miedo que seas sólo otra ficción
de las que me invento para sobrevivir
temo que seas parte de mi realidad alterna.

Temo que la función de teatro haya sido abstracta
ante los mundanos,
temo que tus ojos se vuelvan mundanos
y no entiendan su propio teatro
temo que caiga el telón a medio acto
y regresemos al mundo y se acabe lo que no había
acabando también lo que había.

Me da miedo que la noche se corte de pronto y se vuelva día
que los sueños se vuelvan banales y mecánicos
como el resto del día.

X
Me da miedo que no entiendas mis palabras
y que creas en mi egoísmo,
temo que me vuelvas mentira,
que me tengas misericordia,
que te olvides por partes,
reduciéndome a verdad a medias.

Temo caer en el error de callarlo todo
O en el de hablarlo solo.

Temo, mis oraciones se transformen en el aire
y lleguen a ti siendo canciones
y viceversa.

XI
Temo espantar a mis visitas.

XII
Pero le temo más y me da realmente miedo
que me lo entiendas todo,
que no entregues nada al olvido,
que no estés muerta,
que me recojas y me entierres,
que me sigas soñando,
que conserves tu esencia,
que te encuentre en mis viajes,
que no te olvides que te nombré mi luna,
que no cierres los ojos,
que no te olvides de matarme,
que no te lleve el cielo,
que no te ataque el insomnio,
que te reconozca y me reconozcas
aun sin velos,
que los sueños no sean simples sueños,
que no seas ficción mía,
que entiendas la función de tu teatro,
que me sepas verdad
y que no dejes de ser mi visita.
¡Me da realmente miedo!
que no existas...


***

No querías hacer esto, es un tanto difícil. Es la 1:35 AM del 7 de abril.

Crees que necesitas hablar con alguien pero la confianza que necesitas… y el valor…

Estás un poco asqueado, la vida es muy rara. Tu táctica del día feliz, en los últimos días… ni siquiera puedes mencionarla, es una estupidez.

Tienes pena, pena y miedo, no puedes aunque tal vez lo hagas, decirle que te dan celos, aunque no estás seguro si lo son, no te entiendes. Últimamente no sabes lo que sientes. Este fin de semana te revolvió la cabeza.

Hace tiempo la querías mucho, realmente mucho. Te había enfermado con los sueños, pero habías podido controlarlo, habías logrado desbordarlo como amistad y ternura. A veces sabías que no podía haber nada entre ustedes, al menos más allá de amigos, simplemente porque le conocías demasiadas cosas… pero ese maldito fin de semana… Toda la tarde la viste con ese tipo que le gusta y te molestó. No exactamente que estuviera con él sino el que no estuviera contigo, sobre todo porque toda la semana pasada estuviste ansioso por estar con ella y ver su reacción, su gesto al reconocer entre ustedes lo que sucedió ese fin de semana. No puedes dejar de sentirte un poco utilizado.

Quieres, necesitas… hablar con alguien.

––––––––––

La crisis me había abordado, de a ratos se hacía tenue, un poco transparente, otras por el contrario, lo abarcaba todo. Yo estaba atravesando, usted podrá entenderlo, por ese periodo confuso del amor y la vida. Por un lado uno quiere amar, quiere vivir, pero por otro, no puede dejar de autodestruirse un poco. Según Leonardo, cuando tiene un pensamiento suicida, o un sueño relacionado con su propia muerte, o simplemente le asalta el pensamiento de morir, es simple y sencillamente que usted tiene la necesidad de matarse, sí, matarse tal cual es en ese instante. Matar el yo que soy en este momento… en pocas palabras, crecer, dar paso a un nuevo yo.


***

Muy a menudo se corre el riesgo de mentirse a uno mismo. Es la 1:25 AM del 8 de abril.

Cuando venías en el transporte pudiste decírselo. Todo el día lo pasaste como ido tratando de acomodar tus ideas y sentimientos.

Aún no sabes exactamente lo que pasa, ahora te molesta cuando se va de tu lado, con cualquier persona que se vaya.

Parece que el problema es que querías que su relación transmutara a algo más cercano, con más confianza, más cariño. De pronto otros llegan a llevársela…

Su reacción, cuando le dijiste que sentías celos fue de estupefacción y creo que no precisamente se sintiera anonadada sino que quizá no quiso decir lo que pensó. Aunque a fin de cuentas te dijo tiernamente que eso tenían que aclararlo.

Karol llegó a rescatarte de tu proceso de crisis y se lo agradeces mucho. Ella está como loquita, te cae muy bien. Su simple presencia te aligeró un poco. Antes de despedirse te regaló un pequeño recorte de un conejito, lindo detalle, no exactamente el conejito sino el gesto, su gesto cuando te dio a su conejo. Se pasaron los teléfonos y quedaron en llamarse para ir al cine o al museo.

Desde temprano tuviste la certeza de ver a Maru, pero lo único que viste fue a su novio, cosa que no te hizo gracia, pero te mantenía esperanzado de verla… nunca apareció.

––––––––––

Usted y yo hablamos alguna vez de los conejos, ¿lo recuerda?, usted, me hablaba de ese conejo con el que le gusta dormir, sobre todo cuando duerme sola. Decía usted. “Los conejos son rebienbonitos” y yo, entonces “Sí, los conejos son rebienbonitos”. Sus respuestas siempre me han gustado mucho, parece que nunca se le terminan las palabras extraordinarias. “Son rebienbonitísimos”.


(Cont.)

X La mujer que vuela (Continuación)

La soledad me daba patadas en el trasero cada vez que podía, cada vez se hacía más insoportable la incipiente necesidad de hablarme, de responderme, de hablarme al espejo no con una verdad sino con todas mis verdades.

El amor por Luna fue creciente, siempre creciente. Ella sabía lo enamoradizo que yo era, pero siempre estaba, ella lo sabía en primer término, no había alguien que yo quisiera más que ella. “Eres, en este momento de mi vida, la persona que más me duele”, se lo dije alguna vez. Yo sabía cosas de ella que nadie más sabía, y el caso era recíproco. La confianza que nos teníamos nos unía, quiero pensar, en algo un poquito más allá de la amistad. Conocía, de ella, por ejemplo, que atravesaba por una etapa feministoide, es decir, un poco más exagerado que el simple feminismo. Odiaba cualquier tipo de manifestación machista, odiaba, por decirlo de algún modo, todo acto que la llevara a pensar en un hombre. Pero esto, era solo una manifestación de sus propios reclamos, en el fondo, ella quería experimentar la pasión y la sexualidad, cosa que no sucedía con su novio. Desconozco las razones, pero puedo, eso sí, aventurarme a creer que el tipo la veía como una niña bonita de esas que no se tocan. Por más que ella trataba de incitarlo, el terminaba despidiéndose. Ella necesitaba soltar su cuerpo un poco, dejarlo expresar cosas por sí mismo.

La mujerzota entró en mi vida de modo un tanto extraño. Ella me agradaba, me gustaba mucho, la veía pasar, la contemplaba, pero nunca me atreví a hablarle por la simple razón de que me parecía como esas personas lejanas, con las que uno no puede ni soñar. Era bellísima, alta, quizá de la misma estatura que usted. Su cuerpo bello y su piel hermosamente blanca. Estudiaba artes visuales, a veces estaba vestida con un overol de mezclilla, a veces con vestido sofisticado, otras en falda larga, era, poco predecible su aspecto, pero su paso por la escuela era inconfundible. Una tarde, coincidí con ella en la fila de la cafetería, Luna me esperaba cerca, yo estaba formado tras Maru, la mujerzota, no nos vimos de frente, pero estuvimos observándonos a través del reflejo en un cristal del aparador de los dulces. Nos sonreímos levemente, como con miedo a no ser correspondidos. No nos dijimos nada, no nos volteamos a ver directamente a los ojos, nada. Cuando salí de ahí, Luna me comentó que la mujerzota me había estado viendo, yo no pude ocultar la sonrisa. Dentro de todo, Luna, siempre buscaba verme contento y feliz, ella sabía que Maru me encantaba.

Maru desapareció un tiempo. Tiempo suficiente como para que ya se hubiera guardado en mis recuerdos más usados. Desapareció, en el momento en el que decidí hablarle. Una noche reapareció. Yo estaba de salida ya de la escuela, caminaba con Luna hacia el transporte. Nuestras miradas se encontraron, se fijaron un instante, yo seguí mi paso. Al llegar a la parada del pecero, me despedí de Luna “Tengo que regresar” “eso es tigre, que te vaya chido”. Regresé.

Maru, se conmovió un poco al verme de vuelta, se le dibujó el nervio, trató de controlarlo. –¿Puedo charlar contigo un momento?- solté sin más prejuicio. –Claro- asintió, al momento en que se apartaba del lugar en el que se encontraba. Hablamos un rato, nos leímos poesía otro tanto, ella escribe también. Pero, más que los labios, nuestros ojos hablaron. Finalmente, tras un rato en el que el nervio no le desaparecía, pregunté si se encontraba bien, y no, no lo estaba, porque su novio estaba justo a un metro de nosotros. Yo no sabía de su existencia, esa noche lo supe, llevaba muy poco tiempo con él.

El tiempo pasó, nos hicimos algo así como cómplices, ella no sabía qué hacer según sus propias palabras, porque sentía una especie de compromiso con su novio, no sabía cómo manejar la situación, yo le encantaba. Buscábamos pequeños espacios para vernos, nos buscábamos la mirada cada vez que estábamos cerca y la situación no apremiaba el acercamiento. Volvió a desaparecer. Todo entre nosotros habían sido palabras y miradas… lo más poderoso. Podía ser ella, pensaba…

Hicimos un viajecito a las grutas de Tolantongo, grutas que, creo dejaron de existir a raíz de un derrumbe. El lugar, en algún momento era paradisíaco, aguas termales, río, grutas diversas, bosque, leña, barbacoa, campamentos, fogatas, guitarras, en fin. En el momento de nuestra visita, los lugareños habían destruido un poco de la naturaleza, ya sabe cómo somos de nacos algunos mexicanos. Construyeron albercas, horribles por si fuera poco, baños apestosos, muchos negocios y ya no se podía cortar leña, no, la vendían carísima, cobraban por cruzar el río, cobraban por subir a las grutas, cobraban por noche de campamento, cobraban la entrada, bueno, usted sabrá, mexicanos que quieren hacer negocio por todo. Fuimos varias personas, Karol, Víctor el burguer, Maurichi, Leslie la diva, después dívidi, Luna, Pavel y yo. Ese campamento nos dejó muchas cosas hermosas en el recuerdo. La primer noche, tras haber recorrido rápidamente el lugar, hacer la fogata, embriagarnos poquito, comer huevos con champiñones que cocinó el Burguer y las historias de miedo que se cuentan frente al fuego, decidimos acostarnos. Maurichi, Leslie, Luna y yo, en una tienda, los demás en la otra. Maurichi y Leslie dormían ya, o por lo menos eso nos hicieron creer,Lunay yo platicábamos en voz baja, ninguno podía conciliar el sueño, tan solo dormir a su lado siempre fue grato, respirar su olor, sentir sus respiros, era tan hermoso como para olvidarlo y quedarse dormido. Ella, tras un rato de silencio y darme la espalda, decidió incorporarse un poco, sacó algo de una bolsa… yo seguí boca arriba con los brazos cruzados tras la cabeza. –¿Quieres mandarina?- me dijo. –No muchas gracias- respondí torpemente. –¿Quieregs mangdarina?- insistió con tono un poco imperativo y otro tanto como diciendo “imbécil?”, al mismo tiempo que giraba su rostro hacia mí. Cuando vi su cara, mi cuerpo experimentó un poco de incertidumbre como emoción. El gajo que tenía en la boca y que me estaba invitando, cambió para siempre mi concepción de las mandarinas. La mandarina, jamás volvió a ser lo mismo… Cuando ésta se acabó, y nos quedamos sin pretexto para seguir besándonos, simplemente nos reconocimos como seres que pueden expresarse sin pretextos… Esa noche, su cuerpo recibió mis caricias y besos, tanto, como el mío estuvo cerca para recibir toda su pasión guardada. Al día siguiente, sin decirlo, entendimos que era un secreto entre nosotros, por lo que nuestros encuentros se vieron reservados a cada rincón en que nos encontrábamos a solas. Y esos rincones, los fuimos buscando en cada momento.

En esa época, tras haber experimentado mi etapa gris y solemne, me diseñe una estrategia para impedir que siguiera dominando la pesadumbre, “El día feliz” se llamaba, cualquier cosa que pasara no era tan importante ni tan fuerte como para impedir que el día se echara a perder. La maestra me sacó de la clase… “no importa, porque hoy es un día feliz”. Probablemente nos reprueben en foto por no traer el trabajo completo… “no importa, porque es un día feliz”… así era la dinámica y me funcionaba, mi entorno se modificó un poco, porque esa disposición que tenía ante la vida, aunque fuera apoyado en el bastón de mi estrategia, realmente me permitió cambiar mi aspecto y por ende, la gente comenzó a percibirme distinto, en consecuencia, mi mundo se abrió un poco y algunas personas se acercaron. Me estaba permitiendo acercarme a la gente y permitiendo que la gente se acercara, borré, por decirlo de algún modo, ese muro ilusorio que me mantenía dentro de mi cabeza.

Al regreso de ese pequeño viaje, las cosas entre Luna y yo, no fueron como yo deseaba que fueran. Simplemente nos seguimos llevando como amigos, pero ello, causó un gran golpe en mis entrañas, porque en el fondo, yo le amaba, aunque estuviera enamorado de mil mujeres, a ella le amaba, verdaderamente le amaba. Poco a poco, fuimos dibujando una pequeña línea que nos separaba, tratábamos de borrarla, pero nuestros comportamientos no encontraban muy bien la manera de hacerlo. Mil veces estúpido, me dejé llevar por la inseguridad y otro tanto por celos.

Fue entonces, tras un tiempo de lucha conmigo mismo, que decidí escribir un diario. Más que una constancia de mis actos, una fórmula para decirme la verdad en algún momento del día.

En esa época, empezaba a darse un ambiente político un tanto turbio. Se generó el llamado “Plan Barnés”. La movilización estudiantil había comenzado, las asambleas informativas comenzaban a ser cosa frecuente en las distintas explanadas de la escuela. Luna, estaba interesada en el movimiento estudiantil, pero no tanto como en ese tipo blanquito y estúpido llamado Gibrán. Es mi ardilla la que habla, no yo. Yo estaba celoso, lo reconozco, ahora lo reconozco, en ese tiempo yo no sabía lo que me pasaba. Solo me comportaba como niño emberrinchado. Mi cabeza estaba en conflicto, yo no podía concebir la idea de que hubiese sido solamente usado en ese campamento. Maru aún no aparece.


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Parte 2 (El diario)…