Sunday, February 27, 2005

X La mujer que vuela

Parte 1
Los ecos

Existen misterios de mi vida, para mí mismo indescifrables, hay pequeñas lagunas en mi memoria que no lleno sino con la evocación de emociones, olores o hasta pequeños fragmentos de canciones. Los recuerdos, por ejemplo, dentro del salón de clases son pocos, sin embargo los otros, los del pasto, las bancas, las fiestas u otras actividades extraescolares, son mucho mayores. Y a pesar de todo, la mayoría de ellos aparecen sin un orden cronológico. De ahí se derivan ciertos misterios que no me es importante resolver, aunque siempre tendré pequeños huecos que sirvan para hilar completa la historia. Esos, puedo dejar que usted los imagine, a fin de cuentas, este relato, carece de valor si en su mente no está creando y recreando cada una de mis memorias.

Desde el CCH empecé a dejarme crecer el cabello, yo quería ser un matudo, pero mi cabello crecía muy lento, siempre creció muy lento. El cabello me dio muchos problemas con mi padre, no sé si usted se pueda imaginar bien esta situación, pero imagine, si mi padre tenía casi 49 años más que yo, la diferencia entre el y yo prácticamente de medio siglo, quiere decir que no solamente era más viejo que yo sino que las ideas que él tenía eran igual de distantes. El cabello largo, decía él, es de maricas. Siempre que tenía oportunidad de molestarme con ese asunto lo hacía, a veces decía algo como “ya solo te hace falta ponerte una falda” o algo como “pues ya solo te faltan los aretes”. En fin, fue algo difícil hacerle ver que era mi cabeza la que tenía el cabello largo y no la de él. Una ocasión que me fastidió mucho, le grité precisamente eso y le dije que dejara de meterse conmigo, que era muy mi cabeza y no la suya y que a él no le afectaba en nada. Por supuesto nos dejamos de hablar como seis meses. Aunque en algún momento de la vida hubiera dado todo por recuperar esos seis meses. A veces uno hace cosas de las que no se arrepiente, pero que quisiera hubiesen sido distintas.

Pocos días antes de que terminara todo el papeleo para ingresar a la universidad, hubo una fiesta a unas cuantas casas de la mía. Ahí estaba yo, como de costumbre, con esas amistades que nada bueno dejan, pero era una costumbre, estar de metiche en cuanta fiesta hubiera. En la colonia había gente que me odiaba, esa noche lo supe. Yo estaba medio borrachito ya , pero nunca me meto con la gente, muchas veces he pensado que peco de pacífico, ya le había mencionado antes que eso de las peleas, pues ni se me da, por lo que esa noche, cuando daba unos cuantos pasos hacia la calle de pronto sentí el puñetazo que me mandó al suelo, ni me enteré de quién venía el problema, porque en sucesivo, llovieron golpes patadas jalones de cabello injurias y blablablá. Habían sido muchos los puños, muchos los pies. No supe por qué diablos me habían golpeado. Pero sabe usted qué tan noble sería mi persona, que cuando estaba en mi casa, todo golpeado, lo único que pensaba era “seguramente dieron el borrachazo”. Claro, porque a veces, no hace falta más que eso para empezar una pelea, un borracho y un estúpido que se atraviesa. Pero la realidad se aclaró un poco a los 3 días. Una tarde caminando con algunas amistades y un vecino mío que alguna vez me expresó su deseo por ser mi guía espiritual, según sus propias palabras, y que además quería ser de Tomás algo más que amigos… a decir verdad, nunca supe a ciencia cierta si pasó algo entre ellos o no, ni me interesa, el caso, es que el tipo tenía treinta y tres años y se juntaba con nosotros en algunas ocasiones como en aquella tarde. Caminábamos rumbo a mi casa cuando a una distancia de unos cien metros se aproximaba un grupo bastante nutrido de personas, la mayoría chavos como nosotros, solo que ellos, parecían no ser menos de 30. Aristebrio con un poco de sentido común sugirió que nos fuésemos por la otra calle, eso se veía bastante sospechoso. Yo, con poco sentido común en ese tipo de situaciones, dije que ya me habían golpeado que no creía posible que fueran con las mismas intenciones… muy equivocado estaba porque en tanto estuvieron cerca se precipitaron sobre mí. El primero un gordo alto que jamás en la vida había visto, me propinó un tremendo golpe en la cara que me hizo retroceder un paso, mi reacción fue embestirlo, cargarlo y estrellarlo en un auto que estaba cerca, pero antes de que este pusiera pie en el suelo, ya estaba yo ataviado de golpes, patadas y todo el show nuevamente, esta vez fue con saña, me arrastraron del cabello, me patearon por todos lados, me pisaron la cabeza, la gente en sus casas se asomaba, algunas personas trataban de intervenir diciendo “ya déjenlo” con más nervio del que yo, porque ya en los golpes, uno solo reacciona, no piensa. Y efectivamente, cesaron los golpes al poco rato, pero se quedaron ahí, como apreciando un espectáculo, yo tirado en el suelo, recobrando un poco el pensamiento… jajaja, lo que pensaba, “pobres diablos, ni sangre me sacaron… ni así en bola les daré gusto, son muy inferiores…” traté de incorporarme, no sin antes, echar una mirada recorriéndolos con desprecio a todos ellos. Obvio, volvieron a golpearme.

Me arrancaron mucho cabello, me dejaron la cara hinchada, sobre todo la mandíbula por el lado izquierdo, me dejaron moretones por todo el cuerpo, pero jamás me vieron sangre… Mi padre no toleró el asunto, era la segunda vez en una semana y probablemente hubiera sucedido de nuevo, si no fuera por la demanda que levanté incitado por él. El asunto se arregló, aún veo a algunos por la calle, jamás se volvieron a meter conmigo, jamás volví a cruzar palabra con alguno de ellos. Y ¿el motivo?, se preguntará usted, pues es hasta estúpido, pero se lo diré, no me tragaban, por la simple y sencilla razón de que jamás bajaba la mirada si alguno de ellos me veía a los ojos. Decían, “¿te crees muy cabrón no?” Siempre pensé que la mirada era poderosa. Lo es, más de lo que a veces imaginamos. Y si sostener la mirada es un parámetro para medir lo cabrón, entonces, era bastante cabrón. Aunque el término, pues tampoco nos dice algo.

El punto es, que para esa misma semana tenía que tomarme las fotos para completar mi trámite de ingreso a la universidad y a la semana siguiente comenzar el ciclo, pues ya se imaginará que en la foto salgo con todo el cabello en la cara, tratando de ocultar lo descuadrado que estaba, y así, con el cabello en la cara, me presenté a mis primeros días de clases en la Escuela Nacional de Artes Plásticas.

El primer año de la universidad, transcurrió rápido, entre el intentar conocer a la gente, adaptarse, hacer equipos y exposiciones, nos descubrimos de pronto, casi cerrando el ciclo. Para entonces, el grupo ya tenía formadas las clásicas bolitas, los ñoños, los rebeldes, los engreídos, ya sabe, nunca faltan etiquetas para denominar a un grupito o incluso a las personas. También ya se hacían notar los talentos y deficiencias de cada uno de los integrantes del grupo. Así fue que conocí a Aurelio, mi instructor de trova y competidor de ajedrez; Enrique, el amistoso fraternalista, si, ese al que le da por cuidar a los demás cuando están borrachos; Javier, quien en algún momento se declaró mi hermano; Iván, con su matita y su espíritu chingaquedito; Ana, de quien ya le he hablado, ahora una de mis mejores amigas; Araceli, la chavita que tenía problemas con la “s”, fan de los héroes del silencio y su frase inolvidable “pinchess mamadass”; Haydeé, por supuesto, que se hizo novia de días de Iván, Carlos, el que debió ser arquitecto, o músico o escritor, porque diseñador no le llenaba y quien además se convirtió en el novio de Araceli durante toda la carrera; otro Iván, Victor y Erick, los traumados del cómic; Héctor, el político; Natalia, quien según algunos, tenía semejanza conmigo en las facciones; Valeria, la chica cariñosa y respetuosa, al menos conmigo, en fin, otros más, todos con su propia cualidad o característica…

En historia del Arte, tuvimos un maestro de esos nefastísimos. El muy imbécil, se creía lo máximo porque se sabía de arriba a abajo el programa, decía que él sabía porque había leído más de dos mil libros, y que nosotros no sabíamos nada… con decirle que alguna vez, en uno de sus sermones, citó una canción para hacernos ver que las cosas eran más complicadas de lo que parecían… sabe qué canción? Claro, era un naquete, “Los caminos de la vida”. Digo, no tengo nada contra esa música, sin embargo, hacer una cita así, como docente… en fin. Lo más asqueroso del tipo es, que tenía un complejo bárbaro de fealdad, o por lo menos es en lo que algunos coincidimos, dado que tenía un trato muy peculiar y demasiado notorio entre niños y niñas. Por darle un ejemplo, la ocasión que nos dejó leer el libro llamado “Sinuhé el egipcio” de Mika Waltari, realizó un examen oral, para evaluarnos pero lo hizo de manera independiente, así que de puro examen nos llevamos por lo menos dos semanas, claro, y ¿sabe por qué?, porque con las niñas guapas o bonitas o no muy feas, se tardaba entre una y dos horas de examen, mientras que con los niños o con las niñas feas, tardaba de diez a quince minutos.

¿Por qué tardaba tanto con ellas? Muy fácil, porque el examen se convertía en una especie de chantaje en el que el muy cabrón trataba de sacar una cita con ellas, en la que por supuesto se negociaría su calificación. Por lo menos tengo algunos testimonios de ello. Él les hacía pesado el examen, para que ellas se vieran en dificultades y pudiera, de cierto modo tener dominio en la situación. No fue una la queja que se metió contra el maestro Martín Cruz, aún se siguen levantando actas, pero el maestro sigue ahí, con actitud de intocable.

Iván conocía a algunas personas fuera del grupo, excompañeros de la prepa, entre ellos, una chica con corte de niño.

Para el segundo semestre, decidí cambiarme de grupo para la materia de historia del arte, se me hacía insoportable la idea de cursar otro semestre con ese maestro tan nefasto. Fui a parar a otro grupo en el que la materia era impartida por una maestra llamada Ingrid, acento sudamericano, un poco. Se apasionaba tanto en su clase, que uno terminaba amando la Historia. Eso solo me sucedió con dos profesores de toda la universidad, el otro fue la Maestra Olivia, que impartía teoría del conocimiento, también ella se apasionaba de su materia y eso hacía sumamente deliciosa su clase.

Nunca imaginé, en el momento de decidir cambiarme de clase, que emprendía hacia una nueva etapa de mi vida, etapa que reconozco como parte fundamental de mi historia.

No sé si alguna vez le ha pasado a usted, que llega a un grupo que ya está conformado y por ende, los grupitos ya son más que sólidos, casi impenetrables. Pues así en mi caso, era casi como estar tomando clase solo, y lo hubiera sido todo el ciclo, a no ser, por la chica del corte de niño.

Ella estaba, de cierto modo, aislada en el grupo y no porque fuera antisocial, por el contrario es una persona que puede socializar muy fácil, pero en este grupo no había mucha gente con la que se pudiera llevar bien, tenía sus conocidos, estaba en un equipo de trabajo, sin embargo no se sentía bien con ellos, por lo que al instante empezamos a juntarnos, por lo menos teníamos un amigo en común y eso lo hacía más fácil, por lo menos para mí fue sencillo, además de emocionante porque ella me encantaba. Alguna vez, Ana, poco tiempo después de haber terminado nuestra relación, me preguntó casi sin querer preguntarme, pero tampoco queriendo quedarse con la duda “¿Ella te gusta?”. No pude responder que me gustaba, gustarme era poco “Me encanta” dije. Pues así, ella me encantaba, me encanta aún. Yo no podía ocultarlo, me brotaba en la mirada, en la risa, en el tacto, me encantaba y mi alma brillaba de sentirla cerca. Sentir a Luna etérea.

Para entonces, mi vida era una mezcla rara de comportamientos, eso es algo que ya le había referido de algún modo. De momento era el más alegre, de pronto el más solemne. Recuerdo una ocasión en que Aurelio me dijo “¿Cómo le haces?” yo no respondí sino con el gesto, preguntaba a qué se refería. “Sí, sonríes con toda la cara, menos con los ojos”. Se refería a mis estados de ecuanimidad. Mi corazón se veía afectado por constantes transformaciones. De la total parsimonia y control de mis emociones, pasaba a la creciente necesidad de llenar “el hueco”, ese que se siente cuando uno piensa en alguien y no está, o ese, que se siente cuando nadie está y hace falta pensar en alguien, la sensación es similar…

Así como evolucionó mi literatura también evolucionó mi personalidad. Había momentos en que no sabía a dónde iba, eso es comprensible, hasta lógico… supongo. Mi primer libro de poemas se había titulado “Germen de ermitaño” se dará una idea de cómo eran las cosas que atravesaban mi cabeza. Eso fue escrito entre mis diecisiete y dieciocho años. El segundo “Luz de oración interior”, el tercero “Religión del inconsciente”. El cuarto “Senda de insomnio”, escrito en su mayoría, el primer año de la universidad. El quinto “El espejo de la nada”, entre el primer y el segundo año. El sexto, “De la luna y el mundo” a partir del segundo año. “Llenos de nada” el séptimo. “Espectro de mujer” el octavo. “El eco de los pasos” el noveno. “La mujerzota” el décimo. “La vida en el ocaso” el undécimo. Lo curioso de todo esto, es que a medida que iba escribiendo, cada vez tenía menos control de lo que escribía, es decir, antes, me preocupaba mucho por llevar un control muy rígido de lo que había escrito, llevaba una lista donde podía encontrar los títulos de mis poemas en el orden en el que habían sido creados, y en el libro en el que se encontraban, después solo escribía, la lista dejó de funcionar y así fue que perdí mucho material. La cuestión es, que así como por los títulos se puede dar una idea de cómo iba yo mutando. De lo huraño a lo filosófico, de ahí a lo social, la crítica a la religión y la falta de fe, después al refugio de la noche, luego al vacío, luego la sonrisa por Luna, otro vacío. El materialismo, el olvido… luego la aparición de la mujerzota, y por último, el ocaso de la historia de ese Aroón que se esfumó junto a la vida de estudiante.

Cuando empecé la universidad, aún no superaba el haberme despegado del CCH, de ese ambiente. Los viernes visitaba esa cantina del pueblo de los Remedios, lugar favorito mientras el bachillerato, lugar que ya le había mencionado. Los viernes, por ende, llegaba a la escuela un poco ebrio. A veces encontraba compañeros del grupo que me secundaban y terminábamos tomando cervezas en esa parte de la escuela que todo mundo visita alguna vez, ya sea a tomar cervezas, ya a fumar mariguana. Los murales.

Este año era, tiempo de transiciones, este año tuvo lugar la historia de Haydee y la de Ana. ¿Sabe usted que solo a una persona le he llevado serenata en toda la vida? Pues sí, sucedió que en alguna ocasión en que me reuní con mis amigos del CCH, en esas noches interminables de boleros y vino y ajedrez y Risk… estábamos en pleno canto, con guitarra y todo y era, esa misma noche de diciembre, el cumpleaños de Ana. Así que animados por mis súplicas, acabamos en la puerta de Ana quien no salió sino hasta haber tocado varias veces el timbre porque su sueño pesado no le permitía escuchar nuestro canto. Esto, puede verlo si quiere como un simbolismo, yo lo sabía, pero quería ignorarlo, hoy lo sé, lo supe poco tiempo después.“Su sueño no escuchaba mi voz”. No era ella la mujer que vuela.

Aunque lo que nos tocó vivir como pareja fue desechado por cuestiones causales, el haber estado con ella, determinó en parte, nuestros siguientes pasos por la vida, no de una manera tajante y absoluta, pero sí, de modo tal que a pesar de no estar juntos, nuestra historia siguió afectando nuestras vidas. Algo parecido pasa con las sombras. ¿Cómo habría sido todo si ella no hubiera hecho ese viaje a Xalapa?, no tenemos idea, las cosas fueron de ese modo y nosotros nos separamos, así tenía que ser y no por cuestiones de destino sino porque así se precisaba en nuestras vidas. Yo viví lo que me tocaba vivir de esa experiencia y sé que ella vivió la suya, a mi no me toca juzgar el cómo actúa la gente, porque a fin de cuentas, no me alcanza el juicio siquiera para someter a ello, mis propios actos. No hay aún, una sola cosa de la que sienta al menos un poco de arrepentimiento. Cada quien se queda con su propia conciencia.

Tan solo pasar a segundo semestre me había abierto nuevos senderos. Mi corazón, empezaba a experimentar algo que yo no conocía antes, es decir, un amor abierto y receptivo. Bueno, lo describo de ese modo, porque no se me ocurre otro modo de llamarlo y que no suene mal, porque he de decirle, que aunque ese tipo de amor fue catalogado por alguien como culofácil, a mi no me parecía tan vil. La cuestión es que me volví enamoradizo, amores que cruzaban como un respiro, por unas semanas, otros que duraban días, otros instantes… podían ser demasiados a un mismo tiempo. Yo amaba. Amaba sin reservas, amaba los ojos azules y tiernos de la niña de artes, amaba la piel blanca de la darketita linda, amaba la sonrisa coqueta de esa chaparrita que nunca supe quién era, amaba la mirada de Marley, amaba, por supuesto la cabeza pelona de la mujerzota y sus enormes ojos y su piel blanca. Casi siempre en silencio, amaba. Pero por encima de todo, amaba completamente a Luna. Con ella mi silencio fue a medias. Ella estaba enamorada de su novio con el que llevaba ya algunos años.

Cuando el primer año concluyó, sabíamos de antemano que el grupo en el que estábamos desaparecería, por lo que quedaríamos segregados en los diferentes grupos que restaban. De ese modo, conocimos a muchísima gente porque no solo fue la gente del grupo al que ingresamos sino que conocimos a la gente con la que convivieron nuestros conocidos del primer grupo. Así fue también, que Luna quedó en mi grupo y también que Ana se fue lejos. Ahora a la distancia, en el sentido temporal de la palabra, entiendo cómo es que no supe mucho de su vida durante esos tres años que restaron. Así también conocí a mis grandes amigos de la universidad. Maurichi, Adimar, Don Carlos y Víctor. Curiosamente ellos fueron, progresivamente, uniéndose a Luna y a mí. Jajaja, ¿sabe usted por qué razón? Todos querían conquistar a Luna, del único que no estoy seguro de ello es Víctor, porque es una persona bastante peculiar y no expresa casi nunca lo que siente pero lo que siempre puede tener para los demás es una enorme carcajada que contagia y un sentido del humor simple e irónico.

La ausencia se hace poderosa cuando uno se lo permite o cuando uno no sabe cómo poner un margen de existencia y participación de ésta. Mis ausencias se hacían poderosas, porque a pesar de que pocas ocasiones se me vio solo por la vida, mi pecho y mis brazos y mi espíritu estaban solos la mayoría del tiempo. Mi razón ponía en duda a la mujer que vuela. Fue ese y no otro el motivo de que a cada rato se me viera en una fiesta besándome con alguien, la siguiente ocasión con otra persona y así, cada fiesta, cada reunión y cada vez que socializaba en un nuevo círculo… terminaba besándome con alguien. Para algunos y algunas, yo era el tipo de gente que va por la vida viendo a quien se faja, sin embargo, como le decía, no era sino parte de mi búsqueda en un proceso de desesperación. Había intentado buscar a la mujer que vuela en todas las personas que me atraían, en las personas que de cierto modo despertaban en mí algún interés, pero, ¿y si no estaba ahí?. Tenía que probar en cada mujer que atravesara mi camino y que, por supuesto, tuviera la disposición de entablar una charla y claro, el posterior besuqueo. No siempre se quedaba ahí, a veces atravesábamos ese límite de los besos y pasábamos al cachondeo, sí, las manos en el cuerpo, a veces sobre la ropa otras por debajo de ella. ¿Lo ve? Era, como alguna vez, mucho tiempo después alguien dijo “un promiscuo”. Eso, me atrevo a adelantarle, lo dijo un amigo de Araceli, cuando supo que ella y yo teníamos planes de intentar una relación. Él decía “no, no mames, ¿con ese güey?, si ese güey es un promiscuo”. Bueno, esa imagen tuvo mucha gente de mí, y no me importa, yo no voy por la vida vendiendo la buena imagen, ni tratando de cambiar lo que la gente piensa de mí, simplemente yo sé lo que soy y es lo importante.

El asunto, es que la mujer que vuela nunca estuvo ahí, nunca sentí elevarme siquiera un centímetro de la tierra. Nunca me sentí tan desolado. Nunca me sentí tan pobre, al pensar en lo vil que eran mis actos al comparar a las mujeres con un sueño… ¿Cuándo podía estar alguna de ellas, al menos un poco cerca de la mujer que vuela?

Mis amores fugaces y repentinos y las posteriores soledades desatinadas me llevaron por una senda en la que aprendí a conocer a la soledad tan a fondo, que supe, en algún momento, que ella me necesitaba tanto, como yo a la mujer que vuela. Nos hicimos amigos, a veces amantes, se hizo pues mi confidente. Aunque debo aclarar, que no fue sino en otro momento de la vida en el que pude reconocerle toda su persistencia como un atributo. Cosa que me permitió, conocerme un poco más a fondo. Pude, en algún momento, ganar una batalla contra mí mismo.

Luna etérea llenaba mi entorno con olor a mundo nuevo, su sonrisa encantaba a más de uno. Más de uno tenía conflictos conmigo porque creían que yo andaba con ella. Ella igual, se ganó ciertos recelos, aunque no tantos como en mi caso. Esta situación, aunque se parecía a la de Ana, porque varios del grupo en primer año decían estar enamorados de ella y no solo eso, sino que aseguraban que ella les daba entrada, le dieron la espalda cuando supieron que era mi novia. No conformes con eso, se encargaron de envenenar a las chicas spice del salón, todas ellas, odiaron a Ana. A mí, nunca me vieron mal, solo ellos, con un poco de envidia, otro poco con resentimiento. Seguro pensaban “¿por qué con ese pinche negro greñudo y no conmigo?”. Yo no lo sé. Como tampoco sé por qué razón seguí causando conflictos en la vida de Ana, si yo estaba lejos. Alguna ocasión, Ana organizó una fiesta en la casa que rentaba, ésta estaba a unos cuantos metros de la escuela y compartía la vivienda con unas chicas norteamericanas que estaban en México de intercambio estudiantil. Estas chicas lindas y bellas, eran super pachecas, cosa que vino bien al asunto porque algunos de mis amigos también lo eran. Javo estaba ahí, fumaba. Luna estaba ahí, fumaba. Yo estaba con Luna, no fumaba… pero fumé. No sé si alguna vez ha probado usted la mariguana, pero esta, mi primer experiencia, me llenó de pasión, mi cuerpo se relajó, al amor brincó por todos mis poros… Yo me encontraba sentado en una cama, ella estaba sentada en el piso y su espalda quedaba entre mis piernas. Me agaché para besarle en la mejilla, pero pronto nuestros labios se unieron. Me prometí no volver a fumar si no era en presencia de Luna. Pero pronto, habría quedado rota esa promesa. Desde esa noche, mi amor se vio embrutecido, había sucedido algo entre nosotros, pero lamentablemente había sido resultado de un agente externo a nuestro juicio ordinario. Por supuesto lo aclaramos después. Entre nosotros no pasó nada.

Andaba por la vida con el corazón en las manos, aunque pareciera que lo llevaba más en los ojos, porque así como vi pasar una tarde a la mujerzota y quedé maravillado con ella, vi a muchas personas de las cuales parte de mi amor se desmenuzaba. La soledad me hacía ecos, tan comparables a las voces a las que tanto hace usted referencia. Mis ecos eran demasiados, no podía controlarlos, empuñaban ironías, amenazaban con desnudarme en algún momento. Necesitaba vaciarme porque lo que esos ecos reclamaban era, tan solo, un poco de sensatez, me pedían, que dijera la verdad. Esa verdad encerraba por lo tanto, un secreto doloroso… estaba dejando de creer en la mujer que vuela.

En algún momento que no sé precisar, volví con Yazmín. Esta fue la segunda de tres ocasiones que fuimos novios. Sabía que no era ella la mujer de mi sueño, en cambio era tangible, estaba a escasos pasos de mi. Estaba dispuesta a estar conmigo y para serle franco, no me fue difícil empezar a quererla. En ese tiempo, seguía viendo a mis amigos de la casa, nos reuníamos en casa de alguno a tomar, era costumbre ya, que termináramos borrachos y ese era todo el chiste. Sin embargo la situación comenzó a evolucionar cuando sus círculos sociales se ampliaron y con ello los vicios. Uno de mis amigos, estaba necio con que quería probar la cocaína desde mucho tiempo antes, pero una pequeña broma que le jugaron unos cabrones alguna vez le detuvo algún tiempo ante la posibilidad de volver a intentarlo. ¿Sabe qué le hicieron los muy hijos de puta? Le dieron a probar la supuesta cocaína, el muy estúpido se la metió por la nariz, así sin más, sin probarla ni nada. Estornudó unos instantes y acto seguido tras recuperarse del tremendo impacto que le había causado su primer inhalación, levantó la cara orgulloso y ellos entonces dejaron escapar unas cuantas risitas disfrazadas aún de emoción. “Me llegó hasta el cráneo” dijo “qué, ¿Sientes que te burbujea el cerebro?” preguntó uno de ellos… Soltaron la carcajada… era Sal de uvas. Eso sucedió cuando yo estaba aún en el CCH, tiempo también en el que a Job, mi amigo, le presentaron unas gotas de administración ótica que Charly, amigo de Job, se administraba por la nariz… Se ponían de un estúpido tal, que en la colonia se volvieron populares, más que por baratas, por las estupideces que hacían. Esas gotas, por ende, nunca las probé, porque para entonces yo no había probado la mariguana y todas esas cosas constituían una especie de tabú en mi vida. Pero ellos sí, por lo que los tiempos de la coca fueron bienvenidos en su forma de vida. Yo, tras mi experiencia en casa de Ana, y tras haber fumado otras ocasiones con Yazmín, no dudé mucho para probar el polvo en compañía de dichos amigos. Tuve, un periodo intenso pero corto, de inhalaciones. Lo curioso del asunto es que nunca sentí algo verdaderamente atractivo en ello, por lo que la ocasión en que visité las pirámides de Teotihuacan con Yaz y fumar en pipa bajo el sol y caminar en el empedrado entre el polvo, creer que caminaba en un barrio chino, esperar que salieran de pronto los ninjas y sentir de pronto una asfixia que me hizo doblar las piernas, no me costó trabajo alguno decidir que jamás volvería a meterme nada de esas cosas. Finalmente, mis verdaderos vuelos, los provocaba con ejercicios de respiración.

Conforme avanzaba la carrera, cada vez mi tiempo libre se veía más reducido, cada vez tenía menos oportunidad de ver a Yazmín. Una noche, sin más ni más, ella me terminó. Yo quedé en la duda, el desconcierto, el desamor… Y la razón no la supe sino hasta tal vez, un año más tarde.

Mi corazón, bajo el manto de la ausencia, bajo el influjo de esa soledad desbordante que no me permitía un rato de tranquilidad, encontró en un nuevo círculo social, un poco de dulzura. Mi hermana Sandra, conoció a una chica Coreana en el baño de la Facultad de Economía en C.U., se hicieron amigas, La chica coreana, de nombre Esha, vivía con otras dos compañeras coreanas que estaban aquí, igual por intercambio estudiantil. En una ocasión organizaron una comida a la que mi hermana me invitó y ahí conocí a Marín. El nombre de Marín, es el nombre que le asignó uno de sus profesores de español en Corea, su nombre real Hoe Riung Kim. Esta chica, bellísima, un poco gordita, pero bellísima, abordó mi corazón de inmediato y sin palabras. Su español era pobre, mi coreano, nulo. Pasábamos las noches hablando por teléfono, nos veíamos poco, pero ella estaba convencida de quererme, y mi caso era el mismo. ¿Se ha enfrentado usted alguna vez a un problema intercultural? El desenlace de esta historia es simple, triste, desolado. En su cultura, las mujeres solamente pueden tener un novio en la vida, ese novio es, básicamente su marido, cuando aceptan ser novia de alguien, aceptan, al mismo tiempo, compartir con esa persona, el resto de su vida. Esa premisa le dirá, por ende, el final de esa historia… nunca fuimos novios. Ella regresó a Corea, nunca supe más nada de ella. Mucho tiempo, estuve pensando historias locas, como ir a buscarla al vecino país Corea del Sur. Me metí a estudiar el idioma, pero la vida nos juega bromas de las que no podemos reír sino hasta pasado el tiempo. Aunque pasara el primer nivel con 100 puntos y aunque tenía la determinación de seguir, algo cambió el rumbo de mis planes. Hubo una crisis en Asia, por el 97, la embajada coreana, por falta de recursos, no quiso renovar el contrato de la Maestra de coreano y se terminó el curso. Era la única maestra que impartía el idioma. El CELE, de la UNAM, era el único lugar que yo supiera que lo impartía. Eso solo quería decir una cosa. Adiós Hoe Riung Kim.

Continúa...

9 Comments:

At 9:46 PM, Blogger lefou said...

me han gustado mucho tus narraciones, sobre todo esa parte tan llena de ud. se plasma y se vierte en estas letras, dejando un poco mas que la historia...
saludos y espero que estos relatos sigan

 
At 11:00 PM, Blogger Poeta sin palabras said...

lefou: Qué gusto tenerte de visita por acá! El relato seguirá hasta el fin. Ahora trabajo en la segunda parte de este capítulo, solo les pido un poco de paciencia, será un capítulo muy extenso.

Gracias por tus palabras.

 
At 3:18 PM, Anonymous Anonymous said...

Tus narraciones me han hecho reflexionar ante mi vida, son muy buenas, espero seguir teniendo contacto con usted.. Espero q muy proto se publique la segunda parte.

Saludos desde mi bosque.

 
At 1:13 PM, Blogger .... said...

La verdad me he divertido mucho con tu escrito, tienes habilidad para atrapar con lo que escribes.

Saludos

 
At 9:38 AM, Blogger Poeta sin palabras said...

Hola Pau: Muchas gracias por visitar este relato, qué bueno que te ha divertido. Un besote. Espero pronto poder publicar el resto del cap X.

 
At 10:22 AM, Blogger Roberto Iza Valdés said...

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At 7:13 PM, Blogger Perla Carreño said...

hola. acabo de encontrar esta página y en verdad, para mi es muy interesante. funciona la historia, fluye, el hecho narrado es manejado hábilmente.
saludos.
pk
scpcs@hotmail.com

 
At 7:15 PM, Blogger Perla Carreño said...

saludos

 
At 2:57 PM, Blogger Poeta sin palabras said...

Hola Perla Karina. Muchas gracias por visitar este espacio, Sos Bienvenida.

Un abrazo!

 

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