Tuesday, September 14, 2004

III Enero del 82

Probablemente el orden no sea exacto, pero no importa porque finalmente las cosas sucedieron, y en este aspecto el orden de los factores no altera el producto. La mudanza hacia ese lugar remoto sucedió con una serie de contratiempos, las camionetas de mi padre eran las que utilizaba en su negocio, él se dedicaba a la carpintería y ebanistería, solo muebles finos y obras grandes en el caso de la carpintería, en ese entonces también tenía la fábrica de juguetes de madera aunque no sé cuántos años después la perdió por mala administración, desde entonces mi madre tiene la convicción de que las sociedades no llevan nunca a nada bueno, claro, no podía pensar otra cosa después de ver que el socio era quien se quedaba con la fábrica. Mi padre tuvo mucho dinero en alguna época de su vida, tuvo la buena y mala suerte de sacarse la lotería, el premio grande, le pegó al gordo, ¿sabe usted lo que le hace el dinero a la gente? la transforma. Él había salido de Tampico desde muy pequeño porque tenía encima la responsabilidad de su familia después de que muriera su madre, parte de su familia era gente sencilla sin embargo había otra parte que mas bien era mamoncilla, él originalmente era del lado de la sencilla hasta que se sacó la lotería porque entonces ninguna parte le merecía, la parte sencilla se le hizo de plano de pobretones y la otra le parecía tal vez a penas clasemediera. Él era mucho más que cualquiera de su propia familia y quizá pensara que mucho más que cualquiera, pero en ese entonces tal vez tendría unos veinticinco o treinta años y no sabía, por supuesto, lo que le deparaba la vida. Su taller siempre estuvo junto a la casa donde vivía su esposa, razón por la cual sus fugas a la casa donde estaba mi madre eran pocas, y , aunque después se fueran volviendo más frecuentes esa era la razón por la cual no estaba muy pendiente de los pagos y razón por la cual mis reyes magos eran tan mezquinos, claro, porque para entonces yo tenía un medio hermano que había, a su vez tenido un hijo el mismo pinche año en que yo nací, el mismo que fue mi compañero en la secundaria, lo que significa que los reyes le llevaban los cochecitos más modernos a mi medio sobrino cuando a mi me llevaban unos vochitos de plástico barato y de colores bien estridentes que vendían en el mercado en una bolsita con seis de estos, y a parte de todo, los tenía que compartir con mis hermanas, y lo mismo fue con los luchadores. No recuerdo si el caso era turnárnoslos o si alguno de esos juguetes lo tuvimos como completamente propio, pero bueno, eso fue en los reyes del 82, justo cuando nos mudábamos. Lo recuerdo porque nos dirigíamos hacia el nuevo hogar de pestilencias y en el carro mientras mis hermanas y yo nos repartíamos los nuevos vochos, mis padres adelante peleaban precisamente porque él nos había comprado puras porquerías, yo no sé qué tan indignada estaba mi madre o si además peleaban por otras cosas, pero hubo un momento en que él le gritó a ella que se bajará del coche, se detuvo así nomás, apagó el auto y se bajó en gesto amenazador de ir a sacarla por el otro lado, por supuesto ella rehusaba bajarse, y fue tal su desesperación que cuando él iba por la parte de atrás, ella desde su lugar le dio vuelta a la llave y el auto se encendió y él regresó al volante espantadísimo de que a ella se le ocurriera dejarlo ahí, además ella ni sabía manejar. Siguieron gritando y todas esas cosas que los adultos hacen cuando están enojados, nosotros jugábamos atrás en nuestro mundo de los niños sin entender ni pío de lo que estaba pasando.

Un año antes, los reyes del 81 me trajeron una camioneta enorme, de plástico también, que venía en una caja, misma en la que me metí ese día a llorar de abandonado porque mi madre tuvo que ir a una junta de la escuela de mis hermanas, supongo que era por problemas de las colegiaturas porque en 6 de enero una junta es cosa mas bien extraña, pero yo no tenía idea de esos protocolos y solo pensaba que como en mi sueño, mi madre se había ido con mis hermanas y no volvería nunca… claro… ella volvió.

La mudanza, entonces, tuvo que ser un poco obligada e incómoda, sus camionetas del trabajo no podían sino escaparse porque en el taller también trabajaba el medio hermano que ya había mencionado, éste siempre estuvo pegado a mi padre, tanto, que cuando lo conocí, que fue cuando mi padre estuvo hospitalizado por el paro respiratorio y el posterior aneurisma, mi medio hermano era casi idéntico a mi padre, vestía igual, tenía el mismo bigotito, los mismos ademanes y gestos, en fin, era una réplica, digamos, un poco imperfecta. La sacada de los muebles y objetos y recuerdos fue más que rápida, lo mismo, cargar las camionetas, por tal razón tuvimos que ir parándonos a cada rato, nosotros en el carro, porque íbamos recogiendo todo lo que alcanzábamos a recuperar de las cosas que salían volando de las camionetas que nos precedían, porque cuando las cargaron aventaron todo al ahí se va.

El caso es que para el día en que usted nació, yo tenía a penas unos pocos días de haberme instalado en ese muladar, en esa nueva vida que me dejó hepatitis y parásitos. Había ya pasado por quién sabe qué tantas cosas en los poco más de mil quinientos días que llevaba de vida sin cohabitar el planeta con usted, más de mil quinientos días en un mundo en el que usted no existía… al menos como mariposa. No quiero ni imaginar ahora, por ejemplo, pasar siquiera la quinta parte de eso sin su existencia. Me pregunto a ratos, ¿qué estaba yo haciendo exactamente en el momento en que usted llegó al mundo? ¿jugando con la tierra? ¿viendo la luna? ¿soñando? ¿viendo el cielo? ¿agarrando una oruga? ¿qué hacía? ¿qué pensaba?.

¿Qué era usted cuando yo estaba en el vientre de mi madre?… Supongo que no es fácil hacerse la idea de pasar de un ambiente cálido y gelatinoso, un ambiente en el que se puede sentir perfectamente protegido, a otro en el que lo primero que hacen es darle un madracito en las nalgas, nacer es empezar a recibir las patadas en el trasero y no se diga del clima, porque pasar de aquello que mencionaba a un lugar en que el ambiente es frío y uno tiene que respirar el aire contaminado del mundo por vez primera con sus propios pulmones, usar sus ojos frente a tanta luz, ¿no debería cuidarse ese aspecto de la luz cuando uno nace? Cómo no va uno a temerle a la muerte si platican de ella exactamente lo mismo que es al nacer, o sea, ir irremediablemente hacia un tunel lleno de luz, ¿qué tal si del otro lado lo primero que nos espera es otro madrazo en las nalgas?. ¿Podría usted decir que no le dio miedo la primera vez que descubrió que tenía unas alas enormes encima?. El caso es el mismo, a veces nos espera una cosa maravillosa, pero no lo sabemos e inexorablemente nos da miedo. Bajo estas circunstancias, podría decir que mi razón era encontrarle, cómo no iba a llorar si había llegado a un planeta en el que usted no estaba, qué difícil tarea la de encontrar algo donde no está. ¿Se ha podido preguntar dónde estábamos antes? ¿se lo ha podido responder?. Curiosamente, lo primero que le dije a usted fue -“No tengo la menor idea de quién seas… (lo único que puedo pensar es ¡Qué precisión!)”-. Claro, porque finalmente había logrado encontrarle a pesar de que había desistido de buscarle. Usted lo primero que dijo fue -“heme aquí… desde el fondo de la nada” a lo que agregó “y a todo esto, ¿quién eres? ¿de dónde saliste? ¿del fondo de la nada, como yo?”-. ¿Cuál cree usted que es mi respuesta a su pregunta?… En enero del 82 con su llegada, se sembraron por ahí en el mundo algunas preguntas, en agosto del 2004 las respuestas. Ambos venimos de la misma nada.

Probablemente suene demasiado pretencioso suponer que yo le estaba buscando desde el principio, es más, decirlo sería mentir, porque la primera vez que tuve noción de su existencia fue a finales del 94, lo que significa que empecé a buscarle hace solamente 10 años.

Cuando nos instalamos en casa de la abuela, la vida comenzó a ser un poco más compleja, puede sonar raro, pero, la verdad es que aunque estuviéramos en el lugar más apestoso del planeta, la educación que intentaban darnos nuestros padres era bastante buena. Para entonces mi padre ya estaba con nosotros todos los días, lo que significa que en su otra casa, la familia sabía de nosotros, era bueno salir del anonimato aunque en la transición me llevaran entre las patas porque en ese entonces se les ocurrió que ya era hora de que me registraran (a los cuatro años de haber nacido) y no podía ser sino hasta casa de la chingada, o sea en tecamac, porque así era más difícil que le cayeran a él en la movida, ¿sabe usted lo que le digo? Por un lado mi padre se esforzaba por educarnos como gente decente, pero por otro nos hacía vivir de una manera subterránea y con ambiguos ejemplos de honestidad. Sería muy cruel y desleal si satanizara por esos menesteres a mi padre, porque finalmente nos educó, nos quiso, nos dio primero lo que quiso y después lo que pudo, porque ya cuando quiso dar más había quedado fuera de contexto, porque la fortuna que había tenido se la gastó en borracheras, amigos y mujeres de cabaret, y cuando quiso pasar más tiempo con nosotros ya no vivió mucho. ¿Quién puede enseñarte a no ser mala persona cuando tienes una bola de billetes en la cartera y un chingo más en quién sabe dónde? y ¿quién, a dejar de serla cuando ya te lo gastaste todo?. La vida, solamente la vida. Los hubieras no existen dice el sentido común, pero el sentido deja de ser común cuando tienes mucho dinero, porque común los jodidos. Nosotros, por ende, tuvimos demasiado sentido común, tanto, que aprendimos a vivir así, con una serie de contrastes tales, que nos permitían ser los mejor educados de la colonia, los más honestos y los más nobles. Puro sentido común. ¿Sabe usted que en mi casa no podíamos decir la palabra menso?. Era una grosería, era de lo más indecible. Si a mi se me ocurría decirle mensa a alguna de mis hermanas, era castigo seguro. Por supuesto ahora sigo creyendo que decirle menso a alguien es, la peor ofensa, pero ya no porque me vayan a castigar, claro, sería estúpido, pero pienso que el ser humano solo es menso cuando decide que sus potenciales o capacidades tienen un límite. El ser humano es inmenso. Lo que digo, es, que si fuéramos mensos, entonces sería imposible que usted me visitara, no le creería, ni esperaría que me creyera que yo también la he visitado, pero somos inmensos y por solo eso, es tan posible y tan probable que así fuese, que para mí, ahora es una verdad irrebatible.

Mi abuela siempre fue una persona muy pasiva, claro, estaba acostumbrada a obedecer a mi abuelo. En una ocasión, que por cierto no presencié, mis abuelos pelearon por algo que no tengo idea, el caso es que él le sorrajó el molcajete a mi abuela en la cabeza, ¿Puede creerlo?. La pasividad quizá la mantenía lejos del alcance de los molcajetazos o quizá el molcajetazo la mantuvo lejos del alcance del mundo activo, no lo se, nunca he sabido mucho de sus vidas. El caso es que ella ha sido siempre muy callada, reservada y tranquila, es canijilla y sobreprotege a sus hijos que son unos holgazanes vividores, ¿Sabe usted que los muy cabrones todavía la mandan a trabajar para que tenga ella con qué hacerles de comer?. ¿Y sabe por qué no se le despegan? Porque siguen viviendo en el terreno en el que se les acomodó hace chingomil años, lo que significa que no tienen que pagar renta, que tienen una casa segura de por vida, así fuesen veinticinco y arañas ya en la casa, porque eso sí, les gusta reproducirse como si gustaran de una comida en especial a fin de año. La abuela siguió siendo pasiva aún después de la muerte del abuelo, muerte que no recuerdo porque para entonces nuestra vida se había alejado ya de aquel lugar apestoso. Lo que recuerdo de él es que alguna vez peleó a machetazos con un tipo, cosa que casi le cuesta la mano porque le dieron un machetazo justo en la muñeca y la mano completa le quedó colgando de un pellejo, no sé qué clase de atención le habrán dado, pero no la perdió aunque le haya quedado un poco inmóvil, eso me lo platicó mi madre, pero como le había comentado, en mi cabeza está una imagen de mi abuelo con la mano colgando.

En fin, habíamos llegado a vivir junto a la casa de la abuela, en el mismo terreno, cosa que nos costó varias joyas, malos ratos, una que otra grosería y algunas enfermedades. Aunque era pocamadre enfermarse porque a parte de no ir a la escuela y por ende no comer huevo tibio en la mañana, nos llevaban a un consultorio vecino de un médico homeopático y los chochitos eran más que una medicina para males corporales eran medicina para el espíritu, porque tan solo ver el frasquito y olerlo hacía que te sintieras mejor. Bueno, no fue lo mismo cuando me dio hepatitis porque ahí si me sentía de veras mal. Pero, le decía, algunos de los hermanos de mi madre mucho tiempo fueron amantes de lo ajeno, y por supuesto, nosotros éramos como ajenos, pero no nos amaban, les gustaba esculcar en nuestras cosas una que otra vez y hacer actos de magia desapareciendo algunas veces dinero y otras veces joyas, después desaparecían ellos y aparecían unas caguamas, una telecita o cosas así, ¿verdad que eran magos?. Porque además nunca nadie sabía quién se había metido a la casa a esculcar… porque para entonces resulta que nadie estaba, en la casa y nadie había visto nada, “no, fíjate que yo ni estaba, yo salí a comprar esta tele y me fui desde temprano”. -¡A chingá, qué casualidad!-.

Moraleja: Las casualidades no existen.

3 Comments:

At 9:20 PM, Blogger Noire Princess said...

...
El silencio que puede decir mucho más de lo que yo podría...Me dejaste deseando saber más...

 
At 3:29 AM, Blogger Akima said...

Yo tambien quiero saber mas...nos tienes en vilo esperando tu siguiente capitulo

Besiños

 
At 4:14 PM, Blogger Poeta sin palabras said...

Les agradezco mucho el interés, sigo trabajando en el siguiente capítulo.

De cualquier modo, les avisaré en cuanto publique. Gracias por estar ahí.
Un abrazo

 

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