Monday, September 20, 2004

IV La mujer que vuela

Al despertar

Cuando niño, leía un cuento contenido en un libro de la primaria, un niño relataba cómo veía él las transformaciones de las nubes, cómo, unas formas mutaban a otras. Una nube, con forma de tortuga se convertía en conejo, de conejo a gigante, de gigante a mariposa, de mariposa a dragón, etcétera. Lo importante de ello, es que recuerdo un día en que lo repasaba porque era mi favorito, claro, casi de los únicos que había leído. Salí a la calle, busqué las nubes, repasé la página… primero la tortuga, entonces vi las nubes y encontré la tortuga, ahí estaba, así como el conejo y el gigante, la mariposa y el dragón, por supuesto muchas veces o todas, tuve que inventarle a cada uno, una forma nueva para que pudiera tener la secuencia que describía el libro. Forcé la realidad, porque así tenía que ser, así decía el cuento, no había posibilidad de que no fuera de ese modo. Eso, lo recuerdo con tristeza, porque para mí existió tanto la tortuga, como la mariposa, como todo lo demás. Probablemente, en ese momento me construí una estructura de pensamiento, ¡Yo puedo moldear el mundo! me gustó tener ese poder. El poder de transformar a mi satisfacción este mundo, el poder de pensar algo y hacer que suceda solo por haberlo pensado. No lo sé, pero al día siguiente al primer ensueño, yo desperté con una sensación que jamás en la vida había experimentado. Mezcla entre vacío, desesperación, alegría, amor… sí, amor… porque debe saber usted, que yo desperté terriblemente enamorado, un amor como jamás habría creído posible, un amor enfermizo, un amor que no permitía excusas, un amor que se desbordaba de sí mismo. ¡Debía encontrar a la mujer que apareció en mi sueño. Era hora de utilizar nuevamente mis poderes, debía mantenerle viva en el pensamiento, hasta que se hiciera presente!. Finalmente, no era difícil, no podía dejar de pensar en ella… ella era todo.

Finalmente el rostro que guardé de aquél primer encuentro, se fue haciendo cada vez más lejano, podía mutar, podía ir modificándose cada vez que repasaba el recuerdo, sin embargo, conservo un archivo de respaldo que contiene una imagen borrosa, casi sin alteraciones, y otros veinte mil con cambios que sufría la imagen cada vez.

El mundo se transformó de un día a otro, cuando me acosté aquella noche era uno, cuando me levanté… otro. Por lo menos, tengo la certeza de que a partir de esa mañana, jamás pude volver a ser el mismo, un ensueño que no pudo sino presentarse en circunstancias muy específicas, cambió mis pasos. Había que pensar rápido, debía hacer algo… Pero ¿qué?

Aunque traté de seguir la vida con el mismo sentido común, no podía, independientemente de que mi sentido común no era todavía tan común para la vida norteamericana. Razón por la cual comencé a sentirme más ajeno, más intruso. Para entonces yo era un hombrecito muy trabajador, podían encargarme trabajos a mí sólo, como en aquella ocasión en casa del guatemalteco. Un hombre honesto, sencillo, que reconocía en mí, parte de su propia juventud en la que él mismo había sido inmigrante. Él trataba de hacerme el trabajo ameno, con plática, el almuerzo, algunas lecciones de inglés, aunque me dejaba hacer sólo el trabajo, es decir, él estaba pagando por ello. El padre de mi cuñado había conseguido ese trabajo, decidió dármelo a mí porque en esos días él y uno de sus hijos, las personas con las que yo trabajaba, tenían un trabajo sin terminar y no podían detenerlo por este trabajo urgente. Ahí estaba yo, montando mis andamios, colgándome de las cuerdas, subiendo, bajando, atravesando la casa de un lado a otro hasta que la dejé limpia, porque el trabajo consistía en lavar las paredes de la casa por fuera. Allá, no sé por qué razón, las casas se van poniendo negras, y la única manera de hacerlas lucir bien nuevamente es lavándolas, claro, cuando no están pintadas. El método es sencillo, se prepara una porción de ácido nosequé, con otra de agua, se va aplicando con un cepillo, mismo que va masajeando las paredes, y después le dispara con una pistola que lanza agua con tal fuerza que si uno atraviesa la mano fácilmente le manda al hospital, claro, es mucho más grave cuando lo que dispara es agua mezclada con arena, porque, para que se dé una idea, si deja un minuto la presión sobre un ladrillo, éste último es perforado. El caso es que el guatemalteco hacía planes para conmigo, quería llevarme a trabajar a no sé qué lugar con él, porque le parecía impresionante que un chamaco tan pequeño y tan ñango tuviera las agallas para realizar esos trabajos a los que poca gente se atreve por el nivel de riesgo. Por supuesto, nunca, mas que esa ocasión, trabajé con él, yo ya tenía contrato en otra compañía, “Contratistas Ren y Stimpy”.

Los días venían con un aroma extraño, la nostalgia y la soledad se respiraban en cada hoja que había en el suelo, por supuesto había demasiadas, porque el otoño allá, sí es como en las caricaturas, los árboles se quedan pelones; la gente compra unas bolsas enormes de plástico naranja con rayitas, que llenan con las hojas que se caen de los árboles de sus patios, esa basura se convierte en falsas calabazas enormes, preparadas para relucir en halloween. El sol rojizo se prolonga por las tardes, el aire se vuelve frío, el ambiente solemne. Todo, era un retrato de mi interior, donde mis hojas muertas estaban listas para ser basura, mi alma se sentía en un ocaso permanente, mi soledad encontraba en todo el ambiente olor a mandarina.

En la primaria, cuando estaba enamorado de Erica, escribía pequeñas cosas, como, “Pienso en ti, sueño en ti”; era mi forma de hacerla presente, esos papelitos en donde anotaba esas palabras, estaban hechos bola en la bolsa de mi pantalón. Cumplían su función, los escondía, después ya no podía encontrarlos. A veces volví a hacer anotaciones, pero siempre lo escondí y nunca nadie, ni yo mismo pudo encontrar nada. Siempre que escribí, lo hice por la necesidad de expresar. La mañana siguiente al primer ensueño, dicha necesidad regresó con tal intensidad, que me puse a escribir nuevamente, cosa que no he dejado de hacer desde entonces. Primero el sueño, luego el sentimiento, luego, los primeros intentos de poesía. ¿Sabe usted qué es lo más curioso del asunto?, nunca antes de todo ello había leído poesía. Empecé a escribir antes de aprender a leer… ese fue, y no otro, el primer cambio que la mujer del ensueño provocó en mi vida.

Las tardes, cada vez más cortas, seguían siendo el deambular por las calles, aunque ahora, sólo pensaba ¿Cómo la encuentro?, ¿Dónde la busco?

En México, mi madre y mi padre sufrían, querían mandarme dinero para que yo me comprara chamarras, y ropa, lo absurdo de este asunto es que yo me había ido para hacer lo contrario, yo enviar dinero, pero como mi padre estaba ya en casa, digamos que ignoré un poquito esa razón que se había vuelto solo un pretexto. Ellos sabían que el clima cada día era más frío, y era verdad, un día, al despertar, salí al patio y había una cubeta llena de agua que estaba completamente hecha hielo. Mi padre pensaba que yo la estaba pasando mal, envejeció mucho esos días de puro remordimiento, porque se atribuía la culpabilidad de que yo estuviera atravesando por esas cosas tan jocosas, pero el punto era, que no estaba tan mal como ellos suponían. El caso es que pensaban que si yo les decía, “no, no se preocupen, yo estoy bien”, era sólo para calmarlos, disfrazando el “no se preocupen” con “el estoy bien”. A fin de cuentas, pasé por cosas duras, sí, pero ninguna de la que me arrepienta, ninguna innecesaria. Había aprendido a valerme por mí mismo, había encontrado la otra cara de la moneda. “La vida no es sencilla, todo cuesta” como mi padre decía. Estaba bien, y a parte de todo había encontrado un camino qué seguir. La vida, a penas se me presentaba enfrente, debía atreverme a abrir bien los ojos a fin de que no pudiera engañarme, a fin de que no hubiera lugar a dudas de que era la vida la que se presentaba enfrente. Había encontrado una razón a mi vida, ¡encontrarle!.


Tal vez, fuesen muchos factores los que me llevaron a la conclusión de que mi estancia en el extranjero había llegado a su final. El invierno estaba por comenzar. El trabajo de la construcción es imposible en invierno, las últimas ocasiones de trabajo de construcción tenía que usar doble pantalón, cubrirme la cabeza y cara con alguna prenda, porque el frío de allá no es un frío que lo haga tiritar a uno, sino, solo sentir que se quema y ponerse morado, la temporada del trabajo había concluido. Razón por la cual, me vi en la necesidad de buscar trabajo en una fábrica, algo así como de obrero, lo era, pero tenía como un ángel cuidando mis pasos, porque a la primer entrevista de trabajo lo conseguí, para lo cual tuve que falsificarme unos documentos. Cosa que me costó nada menos que cien dólares… pero yo feliz porque con mis dieciséis años, ya tenía mi ID y mi número de seguro social, que escupían lo falso por todos lados, pero ID a fin de cuentas, papeles, a fin de cuentas. La fábrica era de video juegos y máquinas de Pin Ball, y mi trabajo consistía en jugar en éstas últimas, ¡trabajo que no me costaba trabajo, por supuesto! Pero mire lo absurdo del asunto, yo me sentía mal porque me pagaran por estar jugando, cuando me pedían que yo jugara cinco minutos en cada máquina, yo lo hacía en tres, porque sentía que me observaban y pensaban “ese chamaco solo se la pasa jugando”, y decía, ¿qué más hago? – “sigue jugando” – “si, ya jugué” – “sigue jugando”– “ok”… mi “ok” de resignación por supuesto, aunque no dejara yo de sentirme inútil. Por supuesto, nadie se tomó la molestia de explicarme de qué trataba mi trabajo, y el punto es que para cuando lo descubrí ya era demasiado tarde porque, efectivamente me observaban todo el tiempo, pero lo que pensaban era “este huevón ni siquiera probar las máquinas quiere”, mi trabajo era de Control de Calidad, si algo no funcionaba, le avisaba a los técnicos, cuando le arreglaban lo que fallaba, volvía a probarlas, cuando ya estaban bien, les ponía sus “stickers” de “Insert Coin” y listo. Pero ya había causado mala imagen, así que no duré mucho tiempo en aquel trabajo.

La razón que yo había concebido hacía tiempo era que a la mujer del ensueño, no habría de encontrarle en ese lugar sino en mi patria. Simplemente lo sabía, era hora de regresar, aunque no podía hacerlo así, de un día a otro, porque aún debía un poco del dinero que me habían prestado para poder ir allá. A parte de mi falta de trabajo, mi hermana viajaría a México… Cosas que solo reforzaron la determinación que ya había tomado. Mi estancia ahí, ya no tenía sentido.

¡Estaba listo para regresar! ¡Listo para comenzar la búsqueda!

La mañana que comenzó a caer la nieve, me dirigía al aeropuerto.

3 Comments:

At 10:55 PM, Blogger Noire Princess said...

Yo aquí, procurando estar en primera fila y aún sin poder salir de las redes que me atrapan al leer tu relato pienso en la búsqueda.... en esa búsqueda de la que todos hablan y muy pocos verdaderamente conocen...

No imagino una vida sin buscar ese "algo" que parece esconderse de nosotros...

Simplemente delicioso... Espero con ansias la continuación...

Un beso...

 
At 11:18 AM, Blogger Akima said...

Que puedo decir que Erzsebét no haya dicho ya, solamente espectacular tu escrito... esperamos el siguiente capitulo ;)

Muchos besiños

 
At 3:40 AM, Blogger foton said...

No cabe duda de que lo has escrito con mucha sinceridad.te felicito muy interesante.
Y nunca le bajes la mirada a nadie que te mire con atencion volviendose en egresividad,eso es de poco hombres.Ahora lo mejor de todo es aprender a soltar tus fluidos a traves de la piel de tal manera que ni siquiera se atrevan a mirarte.

 

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